Blogia
Soldado Amazonense, Aguerrido Combatiente

¡¡SACRILEGIO!!, ALGUIEN SE HA ROBADO EL CUERPO DE CRISTO – ANÉCDOTA NAVIDEÑA

¡¡SACRILEGIO!!, ALGUIEN SE HA ROBADO EL CUERPO DE CRISTO – ANÉCDOTA NAVIDEÑA

Tradicional procesión mendocina

Día 14 de diciembre del año 1990, la sección del 4to. año del colegio Toribio Rodriguez de Mendoza ha venido deliberando por más de una semana para escoger el lugar desde donde traerán las “champas”, árboles ornamentales, helechos y “huicundos” que finalmente dará forma al “nacimiento” (pesebre) que adornará el templo de San Nicolás.

Monitoreados por la simpática y siempre recordada amiga del alumnado “Miss Amelia”, entusiasta profesora de ingles que calo en mi mente de tal manera que en muchas ocasiones cuando estoy en la ducha, involuntariamente mi subconsciente me apresura a tararear aquella inolvidable canción del “good day teacher, good day teacher, how are you, very well thanks you” y sonrió en silencio recordando aquellas mañanas de ingles, cuando la “miss” no se cansaba de escribir y llenaba una y otra vez la pizarra con sus inolvidables lecciones. Además como olvidar a aquella gentil profesora, si este servidor también fue uno más del staff de chóferes Ad honorem que gustosamente lo transportaba desde su casa al colegio y del colegio a su casa en su incomparable y fiel moto Yamaha 100 color azul; claro que a veces, en complicidad con un compañero de aulas nos “tirábamos la vaca” (faltar a clase), sigilosamente agarrábamos la moto que estaba estacionada cerca al taller de carpintería del TRM y empujándola sin prenderla, para que la “miss” no escuche, lo sacábamos y emprendíamos la marcha rumbo a Huambo, Mariscal u otro lugar; la pobre “miss” a regañadientes tenía que recorrer el trayecto desde el colegio hasta su casa a pie. Bueno, ofrezco disculpas públicas por esta palomillada a mi “miss Amelia” y que el señor la colme de bendiciones.

Retornando al salón de aula del 4to. año, se desarrollaba un dialogo acalorado:

- bueno, bueno “panfilos” (como cariñosamente nos llamaba la “miss” cuando estaba ligeramente molesta), en que quedamos, Huarmiaco o Callejón – Decía la “Miss Amelia” refiriéndose a los dos lugares pre seleccionados para traer las “champas” -
- ¡Huarmiaco “miss”! - decían un grupo de alumnos -
- ¡No!, ¡Callejón “miss”! – Contradecían otro grupo de alumnos
- ¡Ccallate callejonino posheco! – Pronunciaba algún alumno refiriéndose a otro que procedía del caserío de Callejón.
- ¡silence! ¡silence!, ¡seat! ¡seat! (silencio, silencio, sentarse, sentarse) o se deciden o se van a “freír monos en sartén de palo” – proseguía la miss, pronunciando su famosa frase patentada por ella.
- ¡Por último, yo soy la profesora y yo decido aquí! ¡nos vamos a Huarmiaco!
- No pe miss, y donde queda la democracia que nos ha “enseñao” la profesora Gilma – Profería alguno de los alumnos
- ¡Qué democracia y democracia!, no me “friegues” con tu democracia, a mi no me vengas con esas tonterías “so panfilo”, eso dile al Hilber “buchón”, a la Gilma al “Shego” a mi no.
- ¡Ja, ja, ja! – se escuchaba las risas burlonas de los alumnos que celebraban el singular “apodo” pronunciado por la “miss” hacia uno de sus compañeros.

En esa mañana colegial, la democracia fue apabullada por el autoritarismo de nuestra querida “miss”, que cuando se proponía en algo no había alumno, profesor o “gente” que lo parara. Bueno es así como, por decisión unilateral, el lugar elegido fue Huarmiaco, el día adecuado un sábado por la mañana y la hora convenida las 8:00 am., para burlar al abrasador sol navideño que en esa época se erguía imponente en el azul cielo mendocino; además las “champitas” duraban más cuando eran recogidas en la “mañanita”. El punto de concentración pactado fue la plaza de armas de San Nicolás, exactamente en el frontis del templo del mismo nombre.

Llegado el día y la hora acordada, poco a poco fueron llegando los alumnos; coincidentemente llegaron tarde aquellos que casi siempre llegaban tarde a clases y que por esa actitud irresponsable tenían que pagar con una hora (correspondiente a la primera hora de clases) de instrucción pre militar a cargo del “vico” o el “chivo”, juiciosos Auxiliares de Educación que no dudaban un instante en hacernos sudar la gota gorda.

- Miss, no viene el “Lapacho”- Decía un alumno
- Ese “Quilla”, “manganzón”, como siempre, cree que por que es hijito del Director puede hacer lo que quiere – Pronunciaba algo molesta la miss
- También falta el “solin”, “el lucho”, “el churrasco” y “el chory”- Afirmaba uno de los mas cumplidores alumnos del T.R.M, a quien prefiero no nombrar por cuestiones de ética.
- A mi no me acuses hoy “rosquete”, mira bien antes de hablar, “no ves que estoy en tu nariz” – contestaba algo molesto “el chory”, quien se encontraba presente.
- Ya, ya dejen de discutir y recojan sus cosas, no vamos a esperar a esta sarta de “quillas”, seguramente están “rroncando” todavía, si no se aparecen que se alisten a recibir su 05 en conducta- por “panfilos” – dijo la miss mientras emprendía la marcha encabezando al grupo de alumnos.

Mientras caminábamos rumbo a Huarmiaco, los olores entremezclados que desprendía el “fiambre” preparado por nuestras abnegadas madres, y el cual estaba celosamente guardado en el fondo de nuestras mochilas o en nuestras “jicras” hechas por nosotros mismos a base de “rafia” o “cabuya”, gracias a las enseñanzas del sabiondo profesor “chato Juver”, nos hacia salivar o más bien como dicen los guayachos, “agüita la boca”.

Atrás quedaba el pueblo de Mendoza, la tibieza de la mañana junto al verdor del paisaje eran fieles compañeros de nuestra marcha, las casitas de los “huarmiaquinos”, en su mayoría, hechas a base de adobe y de tejas contrastaban con el humo blanquecino que desprendía el leño de morocho que atizaba la “tuchpa”; el agradable olor que emanaba de la casa de algún vecino que en esos momentos estaba “cangando” la deliciosa cecina, no era menos que la fragancia del dulce café hecho en cántaro y el cual es típico del valle del Guayabamba (haciendo un paréntesis, déjenme decirlos que no he probado en el Perú, en los diferentes lugares que he recorrido, café alguno que se compare al guayacho y sabor que los supere. ¡Es único!).

Mientras recorríamos el trayecto, los alumnos iban formando pareja o pequeños grupos, en otras palabras los “cumpitas” y a su vez las “cumitas” se habían juntado, algunos murmuraban de lo hermosa que se veía alguna de nuestras paisanas con su garboso caminar, otros de lo cursi que se veía alguno de los citadinos que se habían puesto su vestimenta dominguera como si irían a una fiesta, “debe estar templao” decían; y otros acordaban compartir su “fiambre”, “tu me “convidas” una “troncha” de carne y yo te “convido” mi gallina”, expresaban.

Retrazados a unos cuantos pasos, cual “shapingos” que maquinan alguna maldad, caminaban misteriosos la cuadrilla inseparable, “solin”, “lapacho”, “mocoso o churrasco”, “shelico”, “chory” y “torero”. Este grupo de amigos, es gestor de una gama de palomilladas que usted amigo lector ni se imagina, claro que todas son “palomilladas blancas” por así llamarlas, ya que ninguna llego al extremo de la malcriadez o la falta de respeto. Bueno, el hecho es que esta vez se estaban preparando para una más en su haber.

- “hummmm”, huele “rrico” – decía uno de ellos
- “La Nancy ha traído gallina, el José ha traído cecina, el Calín ha traído “llapchita” con carne… - y así sucesivamente iban conversando entre ellos, luego de haber averiguado el contenido de los “fiambres”, con la sagacidad de un agente de inteligencia.

Para llegar al lugar elegido teníamos que cruzar la quebrada de Huarmiaco, para esto luego de caminar cerca de quince minutos siguiendo la carretera Mendoza-Omia, nos desviábamos por un camino de herradura adornado por la exuberante flor de “popelina”, la flor de “sambilla”, el “toje”, la infaltable “guayaba”, entre otros árboles característicos de nuestro rico valle, y en menos de dos minutos se podía apreciar la majestuosidad de la quebrada. Desde allí teníamos que “bandiar” y proseguir rumbo al cerro “Huarmiaco”.

El sólo hecho de mencionar esta quebrada, me trae el recuerdo de aquellas cristalinas aguas y que en más de una ocasión aplaco mi sed, y me permitió zambullirme y juguetear, mientras mi madre y alguna de nuestras vecinas, aprovechando los “batanes” de piedra, lavaban la ropa, en virtud a que esta agua dejaba “blanquita” y “linchecita” la ropa. Esto ocurría generalmente algunos fines de semana, cuando el servicio de agua potable se restringía por algún daño ocasionado por las lluvias o cuando se tenía que hacer limpieza de los tanques de almacenamiento.

Transcurrido aproximadamente 40 minutos desde nuestra salida, llegamos al lugar elegido aproximadamente a las 9:30 de la mañana, y a esa hora el Sol inclemente dejaba sentir su calor, muchos ya habían agotado sus “frescos” durante el trayecto y habían reemplazado con las cristalinas aguas de la quebrada huarmiaco. Una vez en el sitio elegido, y en donde había una pequeña casita de muescas con su pequeño patio, la orden de la “miss” fue tajante:

- Dejen sus cosas en el corredor y pónganse a buscar las “champitas”-Dijo
- Las mujeres por este lado y los varones por el otro – proseguía
- Ojala no “haiga” “jergón” por acá – decía algún asustadizo alumno
- No acá no hay nada, sólo hay “ponga” que va a subir a tus “talegas”- contestaba otro alumno, refiriéndose al “izango”, diminuto insecto de color rojo que gusta alojarse en los lugares más calientes del cuerpo, generalmente en las axilas y los testículos de los varones, originando una irritación en la piel que provoca una comezón de los “mil demonios”.

El ruido característico que emitían los “machetes” al cortar el árbol de la “fruta del paraíso”, u otro árbol ornamental elegido por su belleza para adornar el “nacimiento”, se combinaba con el canto de los “fios”, el “huacamuchacho”, “el tuchquín” u otro pájaro que adornan el paisaje mendocino, los que en conjunción con el coro de los bichos (chicharras, saltamontes, etc.) dan vida al día quebrando el silenció y la quietud de las horas.

Mientras todos estaban trabajando, “chory”, “solín”, “churrazco”, “shelico” y “lapacho”, se habían escurrido discretamente y se habían dirigido a la casita, con la única intención de husmear en las mochilas y robar las mejores “tronchas” y “presas” para comérselas.

- “Llao”, encontré una “tronchasa” – decía uno de ellos
- Mira este “illunsho” tiene una “presa de gallina” grandaza, parece que ha sido de “gallo pacla”
- Ya se jodió a la “camión”, le “rrobao” sus dos “tronchas” – decía otro de ellos refiriéndose a una compañera rechoncha que por su contextura se había ganado ese apelativo.
- ¡Qué están haciendo! ¡ya se “fregaron” hoy le digo a la miss! – pronunció Calín al descubrir a los otros que estaban engullendo apresurados la comida de sus compañeros.
- No seas “rosha”, pareces mujercita, toma una “pierna” y no “friegues” – contestó “chory” alcanzando una pierna de gallina a medio comer a calín para hacerle cómplice y convencerle de que no dijera nada a la miss Amelia.

Luego de cumplir con su cometido, estos inseparables compañeros se desaparecieron del lugar con la misma discreción con que habían llegado; cuando los demás alumnos se concentraron nuevamente en la casita esta vez para disgustar de sus suculentos “fiambres”; se dieron con la ingrata sorpresa que los trozos de carne, piernas de gallina, cecina y todo lo que a carnes se refería y acompañaba a sus fiambres, había desaparecido y sólo les quedaba la “llapchita con frejol y arroz”. La “camión”, que lógicamente era la más afectada, rompió en llanto y hasta amenazó con denunciar, alguna de nuestras compañeras siguieron su ejemplo; por su parte los varones profesaban insultos:

- Miss algún “concha su vida” “la tragao todito nuestras presas”-Decía alguno de los afectados
- ¿Quien ha sido ese “simplón” que ha comido los fiambres?, hasta de mi lo ha “llevao” – Indagaba la miss, sin encontrar respuesta.
- Cree que somos “gafos” para decirle quien se ha “tragao” el “polio” – Decía el “shelico”, mientras miraba a Calín, como si con la mirada lo estaría amenazando para no hablar
- No pué miss, así no es, mire como lo han “llushpido” mi taper…Pero si lo agarro a ese “jijuna” lo voy a sacar su “ancho”- pronunciaba el “lapacho”, tratando de disimular la palomillada que acababa de hacer con sus amigos.
- Miss, yo he visto a dos señores que “han pasao” por acá, seguro que ellos han sido – Decía “solin” tratando de desvirtuar y convencer a los molestos compañeros de que habían sido personas extrañas las que habían sustraído el fiambre.

Luego de comer las sobras que habían dejado “lapacho” y sus “illunshos” amigos, se preparaban para el retorno. Esta vez el trayecto de regreso fue más pesado, debido al “colerón” (cólera) que provocó el que algún malvado se haya comido “las presas” de casi todos los alumnos, incluyendo la de la “miss”. Los alumnos cargaban su ligero “quipe” (carga) de “champas”, helechos y árboles ornamentales que finalmente darían forma al “nacimiento”, y un silencio acompañaba el trayecto; sólo de rato en rato se escuchaba algún molesto compañero que lanzaba una maldición: “malditos, desgraciaos que se han comido mi llapchita, ojala les de quicha”-Decía.

La refrescante agua cristalina de la quebrada de Huarmiaco aplacó la sed y calmo los ánimos de los fastidiados compañeros, y dio paso a las bromas y burlas celebrando los “tropezones” que algún distraído caminante sufría al “chutar” una piedra en el trayecto; al fin y al cabo “lo pasado, pasado” y el niñito Jesús nos va a bendecir porque le haremos su pesebre bien “bacan” y “ticita” y eso es mucho más valioso que cualquier fiambre; se consolaban pensando y hablando entre ellos.

- “Hay mamacita, que tal “chutazo” le di a esta “caliche”, “lao mi dedito casi le vuelo su uña” – pronunciaba aquel infortunado alumno al tropezar con una piedra.
- “A su mare hoy”, “que tal “patadón” le has “dao” a la piedra, mira lo has sacado de raíz” – decía aquel compañero que acababa de observar aquel incidente y hacía referencia a que el agraviado había levantado la piedra al tropezarse.

Al llegar al templo, donde finalmente se construiría el majestuoso pesebre, parecíamos un grupo de “mingas” que bajaba después de una “huahuachada”; claro que en el grupo habían alumnos que demostraban claramente haber “chambeado” y eso se reflejaba en las “manchas” de su vestimenta producto de las resinas de los árboles y en el sudor que al combinarse con el polvo recorriía sus rostros dejandoles totalmente “mashcarones”; pero también habían aquellos alumnos “zánganos”, “quillas”, “ociosos” que al mirarles en ese momento, parecían que en vez de haber regresado del “monte” hubieran salido de una fiesta ya que el único vestigio de haber estado juntando “champas” era el color “chaposo” de sus rostros; más su indumentaria seguía impecable, tal cual habían salido de sus casas. Entre estos últimos estaban el “lapacho”, “el churrasco” y algunos más.

Con la finalidad de recobrar fuerzas, los fatigados “chamberos” dejaron a un lado su equipaje y se aprestaron a disfrutar de un reparador descanso. No paso ni cinco minutos cuando la voz autoritaria de la miss nos sacó de nuestro adormecimiento.

- ¡Ya!, ¡ya! pánfilos levántense, hay que acabar rápido – Decía
- Llamen a la Abela y a la Enith, que dejen de sus “cucufaterías” y se vengan para acá – Proseguía, refiriéndose a dos de nuestras compañeras que eran las más fervientes creyentes de “taita Diosito” y que en ese momento estaban mirando a la “virgencita María”, al parecer elevando una oración.
- Donde esta ese “quilla” del Freddy y del Emersón – Indagaba la “Miss”
- “ahíshito” están “rroncando”, en la “banca” de atrás – Contestaba algún acusete alumno
- Llámenlos a esos zánganos y que se pongan a ayudar acá, además necesitamos “lomudos” para que coloquen estas ramas pesadas – Continuaba la “miss”.

Así comenzó a levantarse el pesebre, “champita” tras “champita”, árbol tras árbol, hasta que solamente faltaba colocar las imágenes de la sagrada familia los reyes magos y los animales hechos de arcilla.

- Mira este se parece al “shelico” – Decía burlón “el lapacho” agarrando la imagen del burro.
- No ese eres tú, por esas “lapazas” – contestaba “el shelico”
- y ahí esta el huaquito” – decía “el churrasco” señalando a la imagen del rey mago de tez morena comparándolo con uno de nuestros compañeros, que amablemente se había ganado ese apelativo por su peculiar color moreno.
- Allacito esta la “camión” y “Ahishito” esta la Juana culona – Proseguían con las comparaciones señalando a las imágenes de la baca y una gallina regordeta respectivamente.

Mientras todos estaban ocupados en levantar el imponente pesebre que adornaría nuestro templo, el avispado alumno de siempre “lapacho” había maquinado una más de sus usuales palomilladas; se había propuesto robar el taper de hostias que celosamente guardaba el “padrecito Antonio”, en una caja de madera empotrada en la pared, al lado derecho del salón principal del templo; para esto él muy vivaracho ya se había percatado que la caja, que siempre permanecía asegurada con llave, esta vez no lo estaba.

Y así fue como este singular personaje (lapacho) cumplió su cometido, y luego de sustraer el taper de hostias, sin que “ninguna alma bendita” se percatara, desapareció del templo para ir a esconderlo en un lugar seguro y disfrutarlo al término del trabajo.

A las 4:00 de la tarde aproximadamente, el pesebre quedó concluido, todos miraban anonadados y entusiasmados su obra por lo hermoso que había quedado, en especial las alumnas quienes tenían mayor devoción que los alumnos hacia “taita Dios”. Ese día el Sol se ocultó más tarde que de costumbre, será por que “Diosito lindo” quiso contemplar por más tiempo aquel majestuoso pesebre, que se erguía imponente reflejando la devoción y el respeto de sus creadores, y en general de todo el pueblo mendocino, hacia el divino “niño Manuelito”.

Luego de contemplar por un largo rato el “nacimiento”, los alumnos se despidieron y se dirigieron hacia sus casas, total había que alistar la ropa para la misa dominical que se celebraba al día siguiente. Poco a poco fueron retirándose, hasta que en la plaza sólo quedaron cuatro o cinco alumnos varones, quienes habían sido seleccionados previamente por ”el lapacho” para disfrutar del “pan de Dios” que horas antes él había sustraído del templo.

- “Quieren probar un poquito de hostia” – preguntaba “el lapacho”
- “ya pue” – contestaban los demás
- “Pero no vayan a hablar que yo “le sacao” de la iglesia – Decía
- “Ay amito”, y si diosito nos castiga – decía alguno de los presentes, preocupado por algún tipo de castigo divino por esa mala acción.
- “Come no mas, o no eres hombre so rosha” – Conminaba el “lapacho” a alguno de los asustadizos palomillas.

Bueno usted bien sabe amigo y paisano, que esta bendita frase “o no eres hombre” era mejor que cualquier pócima energizante y te daba el arrojo necesario para cometer las más duras pruebas de valor; mediante ella te podían inducir a pararte en un “poto” de hormiga, a saltar de un elevado árbol de naranja, a saltar de un segundo piso o a ”tirarte” un clavado desde el “morro” del río Leiva (los que han nadado en las tibias aguas del río Leiva saben de lo que estoy hablando). Esta frase era similar a la “Quien escupe primero”, empleada por los guayachos para azuzar en las riñas y peleas que en nuestra niñez o adolescencia alguna vez libramos, para tal efecto colocaban la mano en medio de los dos contendientes, a la altura del rostro de los mismos con la intención de que uno de ellos escupiera primero y luego retiraban rápidamente la mano, permitiendo que el escupitajo vaya a parar en el rostro del otro retador; de esta manera se iniciaba una pelea entre ellos y era celebrado por los demás.

Hecha la aclaración, la mencionada frase tocó nuestro orgullo de hombre, de “capazotes”, de “guapos” y nos obligó a probar nuestra hombría comiendo la hostia ofrecida por “el lapacho”, desestimando cualquier sentimiento de temor hacia nuestro “taita Dios”. Las hostias sobrantes fueron llevadas por “el lapacho”, a la casa de su abuelita, según él para comérselas con mantequilla.

Al día siguiente por la mañana, la acostumbrada misa dominical se celebraba de lo mas normal; todos los alumnos del 4to. Año estaban presentes; también se encontraban allí las infaltables vecinas mendocinas doña Celia, doña Tula, doña Evangelina, y muchas más que si me atrevo a nombrarlas me faltaría espacio; así mismo, se encontraban en el templo dos señores que por su constancia en las celebraciones religiosas, se habían ganado el cargo de Acólito y sacristán. Llegado el momento de consagrar las hostias, el “cura Antonio” se acercó a sacarlas de donde se suponía que estarían, en la caja de madera empotrada a la pared; grande fue su sorpresa cuando se percató de que el acostumbrado taper porta hostias no estaban en este lugar. El “padrecito” volvió la mirada hacia su “sacha” Acolito, y con la vista parecía preguntarle que había pasado; al ver la preocupación del “cura” dibujada en su rostro, el acolito y el sacristán apresuraron sus pasos hacia él; los fieles concurrentes no se habían percatado de lo que estaba ocurriendo; cuando de pronto el “curita Antonio” se acercó hacía la mesa ceremonial y tocando el crucifijo que juntamente con la Biblia roja adornaba la misma, se persignó y agacho ligeramente la cabeza quedando en silencio unos momentos. Pasado unos segundos, lentamente levantó la mirada hacia los presentes y apaciblemente los dijo:

- Queridos hermanos, ha ocurrido una desgracia

Un silencio sepulcral se apoderó del templo, seguido por un murmullo que poco a poco fue acrecentándose.

- ¿Qué ha pasado?, Dios mío, ojala que no sea algo grave – Decían algunas preocupadas feligrés
- ¡Alguna oveja descarriada, ha osado entrar en este templo del señor y ha robado el cuerpo de nuestro señor Jesucristo! – Prosiguió el párroco, rompiendo su pasividad.
- ¡Y por culpa de este mal hermano o malos hermanos, hoy no vamos a poder comulgar!, ¡esto es un sacrilegio! – proseguía el sacerdote
- “shelico” que es sacrilegio – preguntaba en voz baja uno de los que cometieron tal acción
- “No se pero suena feo, pregúntale a la miss ella tira ingles” – Contestaba el “shelico”

No es exagerar si les digo que en esa ocasión, cuando escucharon que no iba a haber comunión (por no haber hostias), muchas de las más fervientes feligreses derramaron sus lágrimas; es contradictorio pero muchas de las que estaban “llantiando”, y que domingo a domingo iban al templo a golpearse el pecho; de lunes a sábado eran malas vecinas, cicateras, egoístas y usureras; pero así es mi tierra, con una gama de matices y gente que hacen de este valle un lugar especial.

Dentro de los concurrentes estaban los cómplices de tan perversa acción, en ese preciso momento un sentimiento de culpabilidad invadía sus mentes, y bajando la cabeza se apresuraban a rezar en silencio un padre nuestro, pidiendo disculpas a “taita Diosito” por haberse robado “el cuerpo de Cristo”; casi al instante se hincaron de rodillas y provocaron admiración en sus compañeros ya que los conocían muy bien y que en otras ocasiones estos “shapingos” no se hubieran arrodillado ni aunque los hubiera dado un calambre en la pierna. Esa actitud casi los delata, pero como siempre sabían salir muy bien, en esta ocasión también supieron burlar el interrogatorio de la “miss Amelia”

- “Ustedes pánfilos, demonios han sido los que han robado las hostias”
- “No miss”, como “creeste” que vamos a jugarnos con diosito, después nos castiga y nos manda un rayo – contestaba “el lapacho”
- “Y por que se han “arrodillao” si ustedes son tremendos pecadores, que hasta la iglesia tiembla cuando entran a misa” – proseguía la “miss”
- No, “miss”, lo que pasa es que estamos cambiando – contestaba el “churrasco”
- “Cambiando, cambiando, hasta la víbora cambia ustedes “sopencos”, no” – replicaba la “miss”
- “Por mi madrecita” miss, yo no he sido”, si le miento “liame” (llame) a mi “padrecito” y que me “sinchee” en su delante – Decía “el shelico” tratando de convencer a la “miss” Amelia, que el no tuvo nada que ver.

Al salir de la misa, los implicados en el tal “sacrilegio”, caminaron cabizbajos y no profesaron palabra alguna hasta llegar a sus casas; ese fue uno de los pocos días en sus vidas que el arrepentimiento de su acción calo profundamente, tanto así que con la intención de reivindicarse y congraciarse con “taita Diosito”, estos que nunca iban a misa, acudieron todos los domingos del mes siguiente, y es más eran los primeros en llegar y hasta se ofrecían a ser los encargados de pedir las limosnas.

Finalmente, quiero decirles queridos paisanos que ese pecadillo cometido en complicidad por este humilde guayacho, ya fue resarcido, y ya me confesé, si bien no lo hice ante un párroco, si lo hice ante nuestra querida “miss Amelia”, quien se “mató” de risa recordando aquella anécdota. Ah y otra cosa, creo que Dios ya emitió su sentencia para estos pobres mortales y al parecer está relacionado con separarnos y alejarnos lo más lejos posible del templo de San Nicolás, si no como se explica que el “lapacho” este en España, el “chory” en Lima, el “Torero” en Trujillo, el “solin” en Chiclayo y respecto al “shelico” y el “churrasco” no se nada de estos singulares personajes del pintoresco paisaje mendocino.

0 comentarios